Hoy, como cada 17 de mayo, celebramos el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia. Esta fecha conmemora un día muy especial: el de la despatologización de la homosexualidad, como enfermedad mental, por parte de la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud, en 1990.
Desde AMPGYL siempre hemos defendido el poder de las palabras. Cuando nos nombramos, a nosotrxs mismxs, creamos identidad. Cuando nos nombran desde otras instancias (la médica, la académica, o incluso desde el miedo) sólo se generan nuevos estigmas con los que atacar la diversidad.
Lo primero fue el verbo, y todxs conocemos su poder como forma de agresión. La palabra, como insulto, sigue siendo un puño invisible. No es doloroso para aquellxs que desconocen su sentido, pero puede ser letal para nuestrxs hijxs.
Cada 17 de mayo recordamos lo que sucedió hace 33 años, lo que fue dicho y cómo algunas palabras dejaron de pronunciarse. Recordamos que los conceptos ilustran, pero las palabras duelen. Una palabra no enrojece la piel, no rompe huesos, ni derrama una sola gota de sangre, pero sí que es capaz de fracturar el alma.
Según el último informe de evolución de los delitos de odio, publicado por el Ministerio de Interior en 2021 (https://www.interior.gob.es/opencms/es/servicios-al-ciudadano/delitos-de-odio/estadisticas/) las dos principales causas de agresión fueron racismo y LGTBifobia.
Este 17 de mayo recordamos el motivo por el que debemos seguir luchando, las razones que motivan nuestro activismo y el hecho de que, como ya enunció la monologuista Pamela Palenciano: no sólo duelen los golpes.
Los datos nos ofrecen respuestas, pero no soluciones. Lo contrario al amor no es el odio, es el miedo, y nosotrxs no tenemos ningún miedo a amar. La violencia que emana del miedo es un obstáculo contra el que luchamos a diario.
Desde AMPGYL seguiremos regando afectos, acompañando diversidades y desterrando estigmas. Seguiremos amando para sanar el miedo.